"Siendo optimistas, tendríamos la vacuna dentro de un año o 18 meses. No podemos desmentir que haya una posible vacuna en otoño, pero lo razonable es que sea más tarde", ha asegurado.

Solá cree que la decisión del cambio de fase en la 'desescalada' es complicada y "

"En el agua de piscina, por su contenido en cloro y en el agua de mar, por su contenido en sal, el virus estaría inactivo. El problema es la distancia entre las personas en esos lugares", ha matizado sobre el estudio encargado por el Gobierno para abrir playas y piscinas.

El principal inconveniente es la "gran capacidad de transmisión del virus" pero si hay algo favorable es que "el 80% de las personas que se infecten desarrollan síntomas leves".