Estos materiales con los que están fabricados los equipos de protección individual pueden permanecer cientos de años dañando el medioambiente.

Lo mismo ocurre en las calles de las ciudades, donde las aceras se llenan de mascarillas y guantes de los que deciden deshacerse de ellos en el suelo.

Algunos ayuntamientos impondrán multas a los que los desechen incorrectamente. Arrojarlos a la papelera tampoco es suficiente.