En el segundo programa de esta nueva temporada, Jordi Évole ha viajado hasta Uruguay para conocer a Eduardo, Adolfo 'Fito' y Daniel Strauch, los tres primos que viajaban juntos en el momento del accidente de avión de los Andes de 1972 y que sobrevivieron en la gélida montaña durante 72 largos días, en los que formaron la ya conocida 'sociedad de la nieve'. Los tres han compartido su experiencia con confesiones inéditas y la verdad en primera persona sobre la historia que ha dado la vuelta al mundo, respondiendo a las cuestiones del periodista.

Así, los protagonistas de la noche comenzaban narrando cómo fue el accidente de avión: "Era emocionante ver la cordillera nevada, un viaje lindísimo", recordaba Adolfo ajenos al horror que les esperaba. El piloto les avisó de que se abrochen los cinturones porque iba a haber turbulencias. "Miré el costado y estaban las montañas al lado. Me acuerdo del crujido de todo el fuselaje antes de tocar y partirse". Los tres primos tuvieron el mismo instinto: "Me abracé al asiento de delante, cerré los ojos y esperé el fin, pero no hubo", relataba Eduardo.

Cuando abrieron los ojos el horror les esperaba: temperaturas bajo cero, los gritos de los supervivientes y el desafío a enfrentarse a la primera noche. Los sobrevivientes se resguardaron del frío del exterior como pudieron y se apretaron unos con otros. "El miedo era que la gente se durmiera y se congelara, por lo que gritábamos los nombres para comprobar que estábamos vivos", recordaba Fito. "Ahora pienso que si en ese momento nos dicen que íbamos a estar 72 días, nos pegamos un tiro todos", reconocía Daniel.

Los tres primos recordaban cómo perdían la noción de los espacios y el tiempo. "Estábamos esperando a que amaneciera y apareciera el rescate", contaba Eduardo. Unas condiciones a 4.000 metros de altura, a 30º bajo cero durante 72 días, que hacían que no tuvieran capacidad de sentir dolor o angustia por los muertos: "Era tan grande el desasosiego de todo que trabajábamos como autómatas", se sinceraba Fito.

La poca comida que tenían, "una chocolatina, una galleta y un mejillón", no tardó en agotarse y los supervivientes tuvieron que enfrentarse al mayor dilema de sus vidas: "Es asqueroso lo que hay que hacer, pero tenemos que tomar una decisión. O comemos y rompemos el tabú, o nos vamos a morir", explicaba Adolfo.

La opción de comer los cuerpos de los fallecidos supuso un gran conflicto interno en el grupo y la oposición de algunos de ellos, pero al pasar los días y comprender que la ayuda no vendría, optaron por comer y sobrevivir. "Cuando ofrecimos nuestros cuerpos unos a otros fue muy conmovedor porque fue el momento que conseguimos convencer al resto", compartía Eduardo. Y fueron ellos tres los encargados de alimentar a todo el grupo y afrontar esta tarea tan complicada. "Yo no tuve ningún problema porque la mente se bloqueó. Si no, hubiéramos enloquecido", expresaba Eduardo.

A los 19 días, un alud dejó sepultados bajo la nieve a los supervivientes durante varios días. "Eran como mil caballos galopando alrededor del fuselaje". Fue otro duro golpe para el grupo que dejó más víctimas, pero a pesar de todo, los hombres tuvieron la fuerza para salir a la superficie y seguir aguantando. Comenzaron a formar expedicionarios que se entrenasen andando por la nieve para ir a buscar ayuda. "Necesitas resistencia física y mental", explica Daniel. Eduardo Parrado y Roberto Canessa fueron los dos expedicionarios que partieron y consiguieron encontrar ayuda casi 10 días después.

El resto del grupo esperaba paciente al lado de los restos del avión escuchando noticias de la radio. El 22 de diciembre de 1972, Daniel escuchó los nombres de sus dos compañeros y supo que la pesadilla había terminado. "Ahí empezó una felicidad que explotaba por los poros y duró semanas", confesaba Eduardo. Así fue como Parrado y Canessa guiaron a los helicópteros hasta el lugar del accidente y rescataron al resto de los sobrevivientes.

Jordi ha querido preguntarles si en algún momento se plantearon esconder la forma en la que habían sobrevivido. "No tuvimos más remedio que contar la verdad. Si hubiéramos podido esconderla, lo hubiésemos hecho, pero no pudimos", confesaba Fito. Los tres coinciden en que se lo habrían contado a su círculo más cercano de amigos y familiares, pero no al mundo entero.

El presentador también se ha interesado por saber qué aprendieron de esta dura experiencia. Para Eduardo, se formó un vínculo muy fuerte con la montaña y la naturaleza. Fueron 16 supervivientes y muchos no han podido volver a pisar una montaña en su vida, pero para Eduardo supone una fuente de energía y purificación. "Vivimos errores pero también otra cantidad de cosas. Yo he encontrado mi camino para ser feliz y en parte es gracias a la montaña", se sinceraba.

Daniel Strauch, el primo mayor, tuvo en muchas ocasiones que ejercer ese papel de padre y tratar de tranquilizar y guiar al resto. "Tratar de que no perder la confianza y la esperanza de que íbamos a salir era lo fundamental", le confesaba a Jordi. El periodista no ha podido evitar comentarle que en ocasiones el relato puede estar un poco edulcorado. "No somos héroes, somos personas normales. Cualquier persona cuando se encuentra en una situación de este tipo, reacciona de una manera que no sabe", le explicaba a Évole.

"La gente cree más de lo que fuimos y nos idealiza. Nosotros fuimos al día a día y fuimos seres humanos normales. No fue nada espectacular lo que hicimos, fue una capacidad de resistencia y organización", coincidía también Fito. Solidaridad y compasión fueron los valores más positivos que sacó Adolfo 'Fito' de esta experiencia.

"¿Queda algo de la sociedad de la nieve?", concluía así el periodista. Los tres llegan a la misma conclusión: "Un vínculo muy fuerte, la hermandad que creamos entre nosotros y ha perdurado aunque cada uno siguiese con vidas diferentes", contestaban los Strauch para cerrar una de las entrevistas más emotivas de 'Lo de Évole'.

Los primos Strauch se sinceran con Jordi Évole
Los primos Strauch se sinceran con Jordi Évole | antena3internacional.com