"Me da un poco de rubor real el ser el mejor del mundo, porque me pregunto qué es ser el mejor y en algo tan inclasificable como un chef. No me siento el mejor cocinero del mundo, pero estoy muy contento por haber recibido el premio", confiesa con humildad Dabiz.

Reconoce que tiene "una relación tormentosa, tóxica con el éxito" y le cuesta "digerir según qué cosas", lo que le lleva a no presumir de ciertos logros por esa manera de disfrutar de los hitos: "al día siguiente me levanté con la resaca, con las emociones del premio. Según llegué a Madrid me fui al restaurante con la sensación de que tenía que cambiarlo todo".

Confía en la terapia para gestionar todo lo relacionado con la presión, el éxito y las expectativas que tienen sobre lo que hace: "está siendo una digestión de 15 años y sigo en ello. Desde hace un año voy a una psicóloga que me recomendaron, me viene muy bien y me está ayudando mucho para vivir la vida un poco más feliz".