La nadadora olímpica de sincronizada ha contado en el programa que debajo del agua tienen un "submundo", donde tienen su propio lenguaje y también lloran: "A veces has llorado, sales y levantas las gafas de natación para que salgan las lágrimas y continúas. Lloras de todo un poco, porque el cansancio influye, pero es que en el deporte no todo es bonito".
Ona trata de trasladarles todo eso que ha vivido a las niñas en los cursos que imparte en los campus, para que estén preparadas para todo: "Ni las rusas, que para mi son como dioses, también lo pasan mal, lloran y no siempre ganan. El fracaso es parte del camino, nos ayuda a aprender a ganar, todos nos caemos, nos lesionamos y no todo sale bien, pero cuando salen mal es un aprendizaje brutal y es importante".
Ahora se ha apuntado a la piscina del pueblo en el que reside, donde disfruta de su medio de una forma mucho más relajada, aunque lo que sí nota es que ha cambiado "la dinámica" y su compañía en el vestuario. El mejor momento de su carrera, aunque hay muchos, podrían ser "esas medallas de Londres", que recuerda como "un momento precioso".