El corazón de Pelayo es inmenso y, además de poner dinero para pagar las camisetas del equipo al que entrena el hijo de la farmacéutica, les regala bocadillos para que recuperen fuerzas cuando terminan el entrenamiento.

Doña Paz se sumó rápidamente al patrocinio cuando se enteró de la presencia del bar con el que comparte plaza y ahora parece que le escuece todo lo que está haciendo el patriarca de los Gómez. ¿Está celosa? ¿Por qué se comporta así?

Lo que está claro es que entre Hugo, Pelayo y Rocío están llenando de ilusión a los pequeños y el que fue una estrella del fútbol se está olvidando de su adicción y empezando una nueva vida. Quizás, ahora es el momento de que su madre confíe en él y ponga de su parte.