El hijo de Carmen parece estar mucho más tranquilo, acaba de vender la casa de Buitrago de Lozoya que les regaló su padre a él y a Coral con motivo de su boda y es que prefiere borrar ese recuerdo, a pesar del aprecio que le tiene a esa propiedad. Está intentando pasar página y no va por mal camino.

Raúl le ha puesto los puntos sobre las íes a su primo y le ha pedido que se centre en su talento como diseñador y creativo para lanzar un juguete que todos los niños quieran tener mientras él vuelve a ponerse al frente de lo que mejor se le da: la gestión de la empresa y las negociaciones con sindicato, trabajadores y asociados.

En su encuentro con Coral en la Plaza de los Frutos no se ha respirado tensión, los dos han reconocido que les ha gustado hablar y ponerse al día, aunque todavía se puede notar la culpa de la joven por lo ocurrido y la rabia de Raúl al no haber logrado su sueño de casarse con ella.