Todo comienza con un encuentro casual. Ambos están desvelados y buscan una infusión para relajarse. En medio de la conversación, Gabriel aprovecha para agradecerle a Begoña el apoyo que le ha brindado en los últimos días: “Tengo que darte las gracias. Por todo: por los consejos, por tu paciencia… por todo.”

El clima cambia cuando ambos recuerdan cómo se conocieron, un momento tierno que provoca una sonrisa compartida: “Metí la pata tantas veces… estaba seguro de que pensabas que era bobo.” Pero Gabriel le asegura que ese no fue el caso.

La cercanía emocional y la complicidad los lleva a un límite inesperado. Gabriel, confundiendo señales, intenta algo más y se lanza a besarla.. Begoña, incómoda, se aparta: “Gabriel, ¿qué haces?... Solo estaba siendo amable.” Con pena, Gabriel se disculpa: “Disculpa, pensaba que tú también querías.”

La tensión se apodera del momento. Begoña deja claro que no es como las demás mujeres con las que él puede coquetear, y Gabriel intenta calmarla expresando lo que realmente piensa de ella: “¿Estúpida? Eres la mujer más inteligente que he conocido, Begoña. Eso es lo que me gusta de ti…

Gabriel se deshace en palabras, pero ya es tarde. “Gabriel, es mejor que me vaya a dormir.” Con esa frase, Begoña pone fin a un momento que nos deja con el corazón en un puño. Lo que pudo ser un instante romántico se convierte en una grieta emocional que podría marcar un antes y un después en su relación.