Lo que comenzó como una intensa búsqueda de una fórmula perfecta terminó con un beso que nadie vio venir. Cristina y Luis protagonizan una escena llena de emoción, complicidad… y sentimientos que ya no pueden ocultarse.

Tras horas de trabajo conjunto, logran lo imposible: encontrar la lavanda del rey, ese aroma perdido que parecía inalcanzable. “Creo que tenemos la condenada lavanda del rey”, dice Luis con una mezcla de alivio y alegría. Cristina lo huele, lo confirma, y ambos celebran entre risas: “Lo tenemos… lo tenemos.”

Pero el éxito profesional da paso a un momento más íntimo. Luis se acerca, la mira con admiración y le dice: “Eres una perfumista excepcional.” Cristina responde sin dudar: “Tú sí que eres excepcional.” Y entonces ocurre: el beso. Breve, torpe, impulsivo… pero cargado de emociones contenidas.

Cristina, rápidamente, se disculpa. “Ay, no. Perdón… lo siento”, murmura, visiblemente incómoda. Luis, sorprendido pero sereno, responde con respeto: “Creo que va a ser mejor que te marches…”

La tensión flota en el aire. El descubrimiento de la fórmula ha quedado eclipsado por otra revelación más profunda: la química entre ellos va más allá del laboratorio.